Desde el año 2000, las autoridades federales rusas intentan recuperar el control de la enseñanza universitaria mediante reformas que pretenden hacer que las universidades compitan entre ellas. El objeto de nuestro artículo es analizar cómo las universidades consiguen evitar parcialmente una de esas reformas mediante el desarrollo de un dispositivo original de selección de estudiantes: las olimpiadas. Aunque a priori sea bastante marginal, dicho dispositivo afecta en realidad a todas las selecciones e incluso al conjunto del funcionamiento del sistema universitario. Para analizarlo adoptaremos el enfoque de la competencia entre centros. Aunque inicialmente lo emplearon las universidades de élite, otras instituciones no tardaron mucho en asimilarlo. Víctimas de un éxito tan inesperado como incontrolable, las olimpiadas están ahora sometidas a la regulación de las grandes universidades y de las autoridades federales. Asimismo, las olimpiadas ponen de manifiesto no solo las prácticas y los desafíos que presenta la competencia entre universidades, sino también algunos aspectos sobre el funcionamiento del poder político en Rusia en los últimos quince años.