La teoría del estado, que en Francia se remonta a la Tercera República, pretende caracterizar jurídicamente el estado para que las relaciones políticas puedan resolverse mediante relaciones jurídicas. A priori ahistórica, esta disciplina no lleva bien la prueba de la historia. En efecto, la juridicidad del estado es casi nula antes de su reinvención por parte de los académicos. Desde la Edad Media, son el soberano encarnado (el rey) o la soberanía desencarnada (la corona) los lugares de imputación de la soberanía y del derecho. En 1789, la nación capta la soberanía por sí sola, a la vez que los derechos se postulan como el fundamento de la política. Dado que el constitucionalismo liberal es, por tanto, un constitucionalismo sin estado, la teorización del estado no puede ser una operación políticamente neutral.