1 Declaraciones malintencionadas o imprudentes de algunos políticos con respecto a las personas que trabajan en psiquiatría, sumadas a cifras alarmantes, documentales que levantan una esquina del velo (la película de Martine Deyres Les heures heureuses; el documental de Nicolas Philibert En el Adamant), y ahora esta voz de alarma de Pierre Delion que permite medir lo que perdemos a lo largo del tiempo en la destrucción en curso del pensamiento y de las prácticas de la psiquiatría.
2 Toda la cultura es afectada por la suerte que corren los pacientes tratados y la de los que están privados de atención. Nada justifica el rechazo del psicoanálisis que no ha terminado su proceso y continúa renovándose. Nada justifica el menosprecio, el silencio y las proyecciones fantasmáticas en torno a la psicoterapia institucional. Pero ayudar a una doble regresión es algo muy peligroso para el futuro. La primera afecta al sentido profundo de la institución. Esta palabra designa los contextos en los que se instituye la vida: familia, escuela, trabajo, hospital. Curar toma tiempo, adentro o afuera de un hospital. Ese tiempo no es medible: es histórico. La historia singular de la vida hace imposible asignarle una duración estándar a una cura. La segunda regresión se anuncia cuando la preocupación por la seguridad lleva a prohibir la libre circulación en el interior de las instituciones. Toda la riqueza de la vida cotidiana, hecha de encuentros humanos, está en vías de extinción a falta de ver allí los recursos que contiene. «Seguimos laberintos sin sorpresas con minotauros domesticados», decía Jean Oury (1976, p. 40).
3 En cuanto a la locura —enfermedad humana—, es urgente proceder a una reforma de lo que entendemos como tal. Al tomar de la botánica su principio de clasificación, la psiquiatría se ha visto desde hace tiempo con la única tarea de clasificar las «especies mórbidas». Pero los inicios del siglo XX vieron a la psiquiatría, apoyada en las investigaciones de Freud, de Eugen Bleuler y muchos otros, liberarse del modelo naturalista. En un momento en el que se enseña ampliamente que hay que desconfiar de la teoría y la interpretación, con fama de salvaje y subjetiva, en el que se hace pensar que solo se requiere la mera observación, sin herramientas conceptuales, es menester recordar que un trastorno no habla por sí mismo.
4 La psiquiatría actual conoce muchos males: administrativamente damnificada, corre el riesgo, también, de privar de la palabra a quienes son admitidos (a falta de ser acogidos), recluidos (la prisión, pero no solo eso) o excluidos (en la calle). Es hora de que todos los que viven o acompañan la experiencia del padecimiento psíquico, con su conjunto de dificultades sociales, retomen la palabra. Para ello, es necesario que los estudios y la formación no se dejen intimidar por el retorno de un nuevo modelo naturalista. Se requiere, sobre todo, aprender a conjugar una comunicación existencial con un servicio médico.
¿Qué vemos nosotros?
5 Ahora bien, ¿qué vemos nosotros? Una crisis de la cultura que afecta a todos los sectores públicos educativos, asistenciales y de trabajo social. Esta promoción de un pensamiento servil puede reconocerse en tres tendencias: la reducción del pensamiento únicamente a su uso instrumental, el debilitamiento de la experiencia y la evitación del encuentro.
6 Actualmente proliferan estos tres axiomas del pensamiento servil: a los futuros profesores, el anterior ministro les pedía que reverenciaran la ciencia, que debía elevarse como principio de su práctica pedagógica; pero una vez despachado en pocas líneas el saludo introductorio a la ciencia neurocognitiva, el profesor en formación pasará muy rápidamente al análisis de su práctica.
7 En los centros asistenciales, la evidence-based psychiatry (psiquiatría basada en la evidencia) borra cualquier clínica basada en la escucha. En la palabra evidence, que la lengua inglesa utiliza en el sentido de «prueba», se encuentra por supuesto el «ver». Para ver (horaō en griego antiguo), es necesario usar lentes, literalmente «teorías», o, como se dice en psicoterapia institucional, una caja de herramientas que no teme ni a la invención, ni a la creación poética, ni al pensamiento «salvaje», al contrario de los minotauros domesticados.
8 Lo que se denomina «psicoterapia institucional» no nació de una investigación libresca, documental y teórica. Elabora las referencias, los usos, se apropia de los conceptos, se rehúsa a presentar un corpus constituido. No rechaza nada sin examinarlo, pues está atenta a la experiencia, a la vivencia dolorosa de los pacientes, a los interrogantes del personal asistencial, todo el ámbito que hace a posteriori que no dejemos de reflexionar sobre nuestra propia práctica. Y estos interrogantes son planteados sobre todo por los colectivos (las constelaciones transferenciales, los talleres, los seminarios, las reuniones).
9 Si bien no existe, por fortuna, un corpus oficial y cerrado en sí mismo, hay algunas constantes dispuestas por la atención de las personas que trabajan en las instituciones que practican la psicoterapia institucional, la actualizan sin cesar, con un sentido del bricolaje y la experimentación. Son prácticas que están constantemente puestas a prueba. Crear espacios de tranquilidad, siguiendo el modelo del espacio transicional de Winnicott o del barbecho de Masud Kahn. Se trata del arte de «dejar en paz» sin nunca escapar de la «vigilancia» institucional. Es un arte del desasimiento; la Gelassenheit ilustrada por el Maestro Eckhart ([1311-1328] 1983).
«Programar el azar»
10 Es el arte del encuentro, de provocar sorpresas, de jugar con lo imprevisible. Crear espacios para el Decir: cuando el silencio encierra y cuando, sin efracción, recurrimos a la palabra, evitamos encerrar el Decir en un Dicho de una vez por todas. Velar por un análisis infatigable de los «axiomas de la cotidianidad» (Straus [1935] 1989, p. 315). Ser acogido en la mañana al levantarse. Bañarse: Pierre Delion habla de una mujer que se niega a bañarse, porque sus malos olores reales recubren los que alucina. ¿Cómo proceder? ¿En qué momento empezamos a entender? Se requiere escucha, tiempo, audacia. Poner en práctica el acceso a lo «pático». Para Jean Oury (2012, p. 31), la «patoplastia» constituía la base misma de la psicoterapia institucional: desempeña un papel análogo al de la asepsia en cirugía. Los efectos deletéreos y patógenos de una institución se unen a los síntomas de los pacientes allí acogidos y afectan con toda su inercia a quienes allí trabajan. Garantizar una función diacrítica colectiva: la distintividad es una necesidad para luchar contra la uniformidad que podría hacer dudar del lugar que se ocupa. ¿Estoy en una prisión, una clínica o un colegio? No lo sabremos si nos limitamos a distinguirlos por el color de las paredes de los salones.
Organizar constelaciones transferenciales
11 Pierre Delion las expuso notablemente en sus libros anteriores. Son el fruto de múltiples observaciones. Suspenden las diferencias jerárquicas y desdeñan las rígidas pertenencias profesionales y estatutarias. Este es el caso del «a la medida» tan apreciado por Pierre Delion como por todos los que lo practican con total libertad. Acoger y alentar la narratividad. Es bueno poder distinguir la vida como Zoé (lo vivo) y como Bíos (la historia singular de cada persona). Alentando el surgimiento de un fragmento del pasado, relacionando una exclamación con una confidencia hecha anteriormente por el paciente, nos encaminamos hacia la elaboración de un relato.
12 Sin embargo, en la psicoterapia institucional desechamos estos clichés. La reconocemos en su juventud misma: su aire de familia. Por eso hay que precipitarse a leer este libro. No es una «tumba para» en el sentido de Mallarmé ([1898] 2005) en duelo de su hijo Anatole. Es un libro que se abre a un futuro que no será la reedición del pasado. Si bien hay un aire de familia, no es un relato de familia: cualquier persona puede ser acogida en él, ya sea que busque un refugio para posar su carga o que busque trabajar finalmente sin temor de los yugos, y sobre todo con el placer de haber encontrado un sentido.
Bibliografía
Bibliografía
- • Maestro Eckhart. (1311-1328) 1983. Tratados y semones: Obras alemanas. Traducido por Ilse M. de Brugger. Barcelona: Edhasa.
- • Mallarmé, Stéphane. (1898) 2005. Para una tumba de Anatole. Traducido por Mario Campaña. Vitoria: Bassarai.
- • Oury, Jean. 1976. «Onze heures du soir à La Borde ou les mésaventures de l’éthique». En La Jouissance et la loi, obra colectiva. París: 10/18.
- • Oury, Jean. 2012. Préalables à toute clinique des psychoses. Toulouse: Érès.
- • Straus, Erwin. (1935) 1989. Du sens des sens: Contribution à l'étude des fondements de la psychologie. Traducido por Georges Thinès y Jean-Pierre Legrand. Grenoble: Éditions Jérôme Million.
Mise en ligne 07/08/2024